• Luisa Rocha Arrieta, del Cinvestav, explicó que no
se trata de una enfermedad, sino de un trastorno
La epilepsia puede
producirse por muchos factores; su origen puede ser genético, por traumatismos
o tumores, pero en México, la causa mas frecuente es por cisticercos, explicó
Luisa Rocha Arrieta, del Departamento de Farmacología del Centro de
Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) Sur.
Al participar en la
Semana del Cerebro, que organizó la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM,
explicó que no se trata de una enfermedad, sino de un trastorno, y no es
singular, sino plural, porque hay muchas “epilepsias”.
De uno a dos por
ciento de la población mundial la padece. En nuestro país la cifra de afectados
es de dos o más millones de sujetos, precisó en el auditorio Alberto Guevara
Rojas.
También nombrada el
“mal de San Vito”, “telele” o “tembeleque”, ha afectado a personajes como
Sócrates, Vincent van Gogh, Fiodor Dostoievski y Edgar Allan Poe.
En la conferencia Epilepsia, la enfermedad sagrada, la experta señaló que es una
tormenta eléctrica dentro del cerebro que hace que deje de funcionar de manera
adecuada. “En un electroencefalograma es fácil identificar el inicio de una
actividad”.
La actividad
hipersincrónica se puede propagar en diversas estructuras e, incluso, a todo el
órgano. Se produce, abundó, porque este último funciona en un equilibrio de
sistemas inhibitorios y excitatorios; si aumentan estos últimos, o disminuyen
los primeros, se producen convulsiones.
Pueden presentarse
desde in utero, hasta personas de la tercera edad, pero son más
susceptibles los niños, porque su cerebro está inmaduro, y sus sistemas
inhibitorios y excitatorios están en proceso, y también en los ancianos.
No hay consenso de
cuántos tipos existen, pero son múltiples, desde la que se origina en el lóbulo
frontal y provoca que el sujeto vea luces y tenga cambios de personalidad,
hasta la que se produce en el área de la audición, y provoca que el afectado
oiga voces.
También hay áreas
resistentes a presentar focos epilépticos; una de ellas es el cerebelo. De
hecho, si éste se estimula, tiene la capacidad de reducir la actividad.
La más común, dijo
Luisa Rocha, es la del lóbulo temporal, que afecta a 40 por ciento de los
sujetos enfermos. Se produce en el hipocampo; en el inicio, presenta síntomas
como malestar gástrico, pero si la actividad se propaga a la corteza, se
“desconecta”, pierde la conciencia y se pueden alterar sus movimientos. Si la
actividad se extiende a todo el órgano puede caer en crisis convulsivas
generalizadas.
El trastorno
establece circuitos aberrantes que quedan para siempre en el cerebro, por lo
que no tiene cura, pero sí se puede controlar; de ese modo, puede llevar una
vida normal.
El sistema
dopaminérgico tiene receptores que inducen efectos excitatorios e inhibitorios.
La dopamina está involucrada en las sensaciones de placer; si nos enamoramos la
sobreliberamos, y si falta el sujeto puede caer en ansiedad y depresión, como
los epilépticos.
Se sabe que si no
responde a monoterapia o politerapia en los dos primeros años, se trata de un
farmacoresistente y requiere otro tipo de intervención.
En el futuro se
diseñarán nuevas estrategias para que los fármacos lleguen al cerebro
fácilmente sin producir tantos efectos. En ello, opinó, la nanotecnología
podría jugar un papel importante.
Hacer ejercicio e
ingerir Omega 3 es benéfico, y leer antes del inicio de la crisis reduce su
intensidad, finalizó
Fuente: DGCS-UNAM