• Hernando
Ortega, del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas
(IIMAS) de la UNAM, desarrolló este recurso ortopédico a partir de una mano
mecánica y una diadema capaz de leer ondas cerebrales
“La clave es
concentrarse, y si sabes hacerlo, puedes mover objetos con la mente; ¡es casi
como tener un poder Jedi!”, comenta Francisco Neri, al tiempo que observa
fijamente una mano mecánica colocada justo enfrente de él, hasta que, después
de un minuto, ésta comienza a cerrar los dedos y el pulgar, hasta formar un
puño.
A lo largo de
un par de meses, el estudiante de Ingeniería ha entrenado para manejar esa
prótesis mediante ondas cerebrales. “Es tan fácil como desear ir hacia arriba o
abajo, pero al mismo tiempo resulta muy complejo, porque emitir un pensamiento
claro y distinguible requiere práctica. Usualmente tenemos, a un mismo tiempo,
muchas ideas corriendo por nuestra cabeza. Tomar una sola y limpiarla de toda
interferencia no es algo que se logre de la noche a la mañana”.
Este es el
tipo de trabajo que se desarrolla en el cubículo de Hernando Ortega, técnico
académico del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en
Sistemas (IIMAS), encargado de administrar equipos de computo, y quien en sus
paréntesis laborales se ha dado el tiempo para construir, entre otras cosas,
maniquíes robóticos que modelan ropa cual top-models, o un
sistema capaz de alertar 30 segundos después de que alguien se ha robado una
computadora de la oficina.
“He podido
proponer muchas cosas desde aquí y he recibido mucho apoyo por parte del IIMAS,
porque en realidad soy el encargado de Sistemas en el Departamento de
Probabilidad y Estadística, pero mis intereses van mucho más allá de dar
mantenimiento a las redes o actualizar antivirus, así que, a la par de estas
tareas, me he dado el espacio para crear diversos productos, y algunos de ellos
han llamado la atención de algunas compañías y entidades universitarias. Ahora,
nuestro proyecto más ambicioso es manufacturar una prótesis accionada con la
mente”, indicó.
Actualmente
el ingeniero en computación asesora a Neri, quien recién salió de la carrera.
Juntos ya habían armado una extremidad mecánica que trabajaba con un lector de
movimiento; sólo bastaba ponerse frente a una cámara y desplazarse para que la
mano hiciera una serie de ademanes, pero de eso a manejarla mediante
pensamientos, aún había un gran trecho.
Ideas espontáneas,
aplicaciones inusuales
Un día, al
navegar por la red, entre tanta publicidad online que aparece intermitentemente
(“aunque relacionada con las palabras que tecleaba ese día en el buscador de
Google”), Ortega encontró una diadema que, se decía, era capaz de leer las
ondas cerebrales y, a partir de ellas, detectar procesos cognitivos,
expresiones faciales e incluso emociones.
“Al principio
pensé que se trataba de un fraude, ¿cómo un aparatito valuado en apenas unos
cientos de dólares iba a hacer todo eso? Después entendí que se trata de un kit de
desarrollo para diseñadores de videojuegos, es decir, un artefacto a partir del
cual puedes crear aplicaciones. No me interesa fabricar mundos virtuales para
gamers, pero me dije, ¿por qué no vemos qué más puede hacer?”.
Esta
herramienta consta de una diadema con 14 sensores, un giroscopio y un
transmisor inalámbrico que los fabricantes dicen que tiene un alcance de 20
metros, “aunque hemos constatado que en realidad sólo abarca cuatro”, añadió.
“Nos aventamos a
comprarlo, pero temíamos haber pecado de inocentes; podía tratarse de una
excelente inversión o de un timo, así que invitamos a un buen amigo nuestro,
Daniel Santana, para que nos diera su opinión. Él es médico en la Clínica del
Sueño, y tras probar la adquisición, expuso: ‘Este artefacto es capaz de leer
ondas cerebrales casi tan bien como el que tenemos en el hospital’. Claro
—añadió—, aunque hacen lo mismo hay diferencias entre ambos equipos; la
primera, fue que nosotros habíamos pagado 40 veces menos que ellos; la segunda
fue la calidad de lectura de las señales, que si bien para lo que nosotros
buscábamos era suficiente, para lo que hacen ellos, no”.
Entrenamiento
Jedi
En la saga de La
Guerra de las Galaxias, para mover objetos con su mente, los caballeros
Jedi deben someterse a un duro entrenamiento que consiste en limpiar su mente
de distracciones y emociones, y enfocarse en un solo pensamiento.
Francisco
Neri explica que para él, aprender a usar su cerebro para manipular objetos ha
sido parecido a lo que George Lucas describe en sus películas, pues la diadema
viene con un software que, al ser instalado, despliega un
pequeño cubo en la pantalla de la computadora.
“El reto no
es menor, lo que sigue para el usuario es colocarse la diadema, concentrarse en
esa figura y darle impulso a fuerza de voluntad”, indicó Neri.
“Al principio
fue muy difícil, pero poco a poco el programa comenzó a reconocer la frecuencia
mental que empleaba cada vez que quería que el cubo fuera en tal o cual
dirección. Después de algunos meses, ya era capaz de hacer que se desplazara
hacia arriba, abajo y a la derecha, a la izquierda aún me cuesta trabajo”,
explica.
Ortega
confiesa no haber entrenado tanto como su pupilo, y que por lo mismo está más
consciente de lo complicado que resulta “esto de jugar a la telekinesia. El
problema está en que siempre tengo mil cosas rondando por mi cabeza; soy un
tanto disperso, así que concentrarme en algo concreto me es complicado, además
de que me he dado cuenta de lo sencillo que es distraerse”.
Al respecto,
Ortega recordó que hace no mucho, Neri entrenaba en el cubículo un movimiento
en particular; el objetivo era hacer que el cubo virtual descendiera, hasta
llegar a la parte inferior de la pantalla, lo más cerca posible de la barra de
tareas del ordenador.
“Entré al
laboratorio, lo vi desordenado y dije, ‘esto está vuelto patas arriba’.
Sólo bastó que mencionara esa palabra, ‘arriba’, para que automáticamente la
figura geométrica se elevara. Inadvertidamente, lo que hice fue meter una idea
extraña en la cabeza de Francisco, la diadema la leyó, y súbitamente él dio,
contra su voluntad, una orden no contemplada”.
Al respecto,
Neri se dice aún sorprendido de lo fácil que es verse sometido a esos devaneos,
aunque ahora se siente más preparado para ignorar pensamientos ajenos que
pueden funcionar como si de una interferencia radial se tratara.
“Ya soy más
preciso y enfocado, sólo me falta afinar el desplazamiento a la izquierda.
Dominar cuatro movimientos puede parecer poco, pero en realidad, hacerlo
representa un gran paso. Incluso un Jedi sabe que esto no es fácil, claro, a
menos que la fuerza lo acompañe”.
Ingeniería
inversa
Hernando
Ortega es un convencido de que si japoneses y chinos salieron del subdesarrollo
fue por su capacidad de observar la tecnología existente, adaptarla a sus
necesidades y mejorarla, “y justo eso es lo que intento hacer en este nuevo
departamento”.
Por ello, se
ha dedicado a hackear algunos productos ya existentes. “Esta
actividad define en mucho el espíritu que anima a las nuevas generaciones. A
cada rato nos enteramos de jóvenes que han modificado sensores de movimiento
para videojuegos, como el Kinect; o iPhones, y a partir de esto han creado
artefactos sumamente interesantes, así que era nuestro turno de intentar algo
similar”.
No obstante,
Ortega admite que su hack es muy sencillo. “Hasta ahora no
hemos escrito una sola línea de programa para la diadema. Lo que hicimos fue
adaptar la mano mecánica que teníamos —ésa que entraba en acción si alguien
caminaba frente a ella— y después, dirigimos la cámara hacia la pantalla de la
computadora para dejar correr el programa del cubo virtual. El paso siguiente
fue alimentar a la extremidad mecánica con indicaciones de que, si la figura
geométrica se elevaba, descendía o iba de un lado a otro, ella debía plegar los
dedos, oponer el pulgar o girar la muñeca. Eso fue todo, y con ese sencillo
paso ya teníamos una prótesis accionada por la mente”.
Conexiones
con la empresa
Hasta hoy,
las prótesis mecánicas funcionan mediante señales bioeléctricas, es decir,
contracciones
de músculo. “Es prácticamente un código Morse, porque, por
ejemplo, si quieres que una de estas manos se cierre, debes tensionar el muñón
dos veces. Sin embargo, nosotros creemos que lograr esto a través del
pensamiento es una forma mucho más natural de tener control y, al mismo tiempo,
de no extrañar el miembro perdido”.
Esta premisa
ha interesado a una empresa mexicana dispuesta a apoyar a Ortega en su
investigación, por lo que, para estrechar ese lazo, la Coordinación de
Innovación y Desarrollo de la UNAM ha asesorado al técnico académico con toda
suerte de trámites.
“Los
inversionistas están dispuestos a involucrarse, pero antes quieren ver
resultados. Lo logrado resulta alentador, pero sabemos que debemos perfeccionar
muchas cosas. Ya tenemos una mano que puede moverse con el pensamiento. Lo que
sigue es pensar aún más y mover, pero ahora el proyecto, hacia un escenario de
comercialización; ése es el objetivo”.
Fuente: DGCS-UNAM