lunes, 9 de abril de 2012

Riesgo de contaminación en acuíferos del país

Se han identificado 653 distribuidos a lo largo y ancho del territorio nacional, de los cuales 453 se han estudiado a detalle

En países como México, donde hay extensas regiones áridas, el subsuelo suele ser la principal o la única fuente permanente de agua. De ahí que sea importante, pero también difícil, mantener la calidad del líquido proveniente de los acuíferos y evitar su contaminación.

La ubicación de las diversas poblaciones y de los principales desarrollos industriales en México está inversamente relacionada con la disponibilidad del recurso, dijo Rosario Iturbe Argüelles, coordinadora de Ingeniería Ambiental, del Instituto de Ingeniería (II) de la UNAM.

En las zonas centro, norte y noroeste, donde el clima es árido y/o semiárido, se encuentran las ciudades más grandes, así como las principales concentraciones de actividad industrial y agrícola.

Sin embargo, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la disponibilidad media de agua en las regiones administrativas de esas zonas del país alcanza niveles críticos de escasez: mil 821 metros cúbicos por habitante al año, en contraste con lo que sucede en las zonas sur y sureste, de 10 mil 292 metros cúbicos.

La Comisión Nacional del Agua (Conagua) ha identificado 653 acuíferos distribuidos a lo largo y ancho del territorio nacional; de ellos, 453 se han estudiado a detalle.

“Las conclusiones a las que se ha llegado es que 152 están sobreexplotados, 16 presentan intrusión salina, 30 ya tienen una mayor concentración de sales a causa de su sobreexplotación, nueve han sufrido la infiltración de aguas negras, y otros ya dan muestras de padecer problemas con hierro y manganeso, entre otros”, dijo la universitaria.

Por lo que se refiere a los aproximadamente 81 mil millones de metros cúbicos de agua subterránea con que cuenta el país cada año, 61 mil 790 millones son utilizados por el sector agrícola; 11 mil 400 millones, por la red de tuberías de abastecimiento público; cuatro mil 80 millones por las termoeléctricas, y tres mil 320 millones, por la industria.

La subterránea contiene una gran variedad de minerales cuyas características y concentraciones dependen de la naturaleza del material geológico a través de la que se mueve y, también, de la calidad del líquido de recarga que llega a los acuíferos, que en el caso de los no confinados (los más cercanos a la superficie) son más vulnerables a contaminantes.

En la actualidad se dispone de, por lo menos, 10 métodos para calificar su vulnerabilidad. Los tres más utilizados en México y América Latina son el DRASTIC, el GOD y el AVI. No obstante, si se aplican los tres en un mismo sitio, los resultados son muy diferentes.

“La discrepancia se debe a la gran cantidad de parámetros que cada método considera, y a la manera en que son aplicados en las condiciones reales de uno determinado. Por eso insisto en que la Conagua debería clasificarlos con un solo método”, señaló Iturbe Argüelles.

Las principales fuentes de contaminación son las municipales (disposición de residuos en suelos y fugas en el drenaje de líneas de aguas residuales), industriales (derrames de químicos y combustibles, arrastre de residuos en minas, tuberías y tanques de almacenamiento subterráneos).

Además, agrícolas (uso de fertilizantes y pesticidas, derrame de químicos, arrastre de residuos de granjas, almacenamientos superficiales y subterráneos, tanques y pozos construidos inadecuadamente o abandonados) y residenciales (uso de detergentes, pinturas, productos de limpieza, y sistemas sépticos ineficientes).

“Así pues, es necesario contar con mapas de vulnerabilidad (lo que implica un pleno conocimiento hidrogeológico del sitio donde se localizan) e información precisa de la calidad del agua natural y de infiltración. Para evaluar el riesgo se debe establecer una definición de cada contaminante, medir sus concentraciones presentes y representativas, y calcular la dosis de ingestión que puede ser peligrosa para la población que la consuma”, concluyó la investigadora.

Fuente: DGCS-UNAM