En 1997 se registró, en gran parte del norte del país, el más reciente episodio de sequía extraordinaria. Este fenómeno se presenta en términos estadísticos cada 14 años, y así sucedió en 1957, 1969 y 1989, explicó Carlos Escalante Sandoval, de la Facultad de Ingeniería (FI) de la UNAM.
“Se considera esa condición, porque ocurre en ese lapso de tiempo; es un fenómeno cíclico. Lo más probable es que este evento dure entre dos o tres años, de acuerdo con sus promedios estadísticos. Hay lugares, como la cuenca del Río Bravo, donde ha durado hasta 10 años; entonces, depende mucho del sitio al que nos refiramos, porque las condiciones geográficas son diferentes”, puntualizó.
En cambio, “el estiaje es cualquier evento de falta de lluvia que esté por debajo de su normal histórica, con al menos 30 años de registro, es decir, toda la precipitación que se ubique por debajo del promedio se considera un periodo de esta naturaleza; en el momento que el déficit de precipitación afecta a las actividades económicas y sociales, entonces podemos llamarlo sequía, y si un municipio no tiene la capacidad de respuesta, se denomina desastre natural, explicó.
El coordinador del Posgrado en Ingeniería Civil de la FI, detalló que prácticamente un ciclo de estiaje se presenta cada cuatro años en promedio y dura dos; es decir, “que a nivel nacional podemos hablar de dos años húmedos y dos secos”.
Asimismo, señaló que deben considerarse tanto las cifras globales e históricas, como las correspondientes a 2011, para evaluar si se trata de la sequía más catastrófica de las últimas siete décadas. “Si realmente fuera la peor en ese periodo, tendríamos que pensar que sólo llovió el 40 por ciento de lo que tuvo que ocurrir”, precisó.
Sinaloa, Chihuahua y Durango
Escalante Sandoval, autor del estudio Análisis de sequías, que registra las características promedio de este fenómeno en cada uno de los municipios del país desde 1950, reveló que el evento padecido actualmente es similar al ocurrido en 1969, en cuanto a extensión territorial.
“Mucho dependerá de lo que suceda con las precitaciones este año para saber si padeceremos una crisis alimentaria o no; si la magnitud del déficit es como la del año anterior, hay que tener cuidado, las presas en la parte norte están muy abatidas. Si no se componen un poco los nuevos ciclos, tendremos un problema serio, porque los efectos son acumulativos y crónicos”, advirtió.
El universitario señaló a Sinaloa –conocido como el granero del país–, Chihuahua y Durango, como los estados más afectados; asimismo, de este último, los municipios de El Mezquital e Hidalgo son emblemáticos por los desecamientos.
“El desarrollo industrial está en el norte, pero también se hallan las zonas áridas y donde tenemos la menor cantidad de precipitación acumulada. El proceso está influenciado por la deforestación, porque si no hay árboles, hay menos escurrimientos subterráneos, la infiltración se reduce, y al comprimirse, hay menos recarga en los acuíferos”, apuntó.
También, refirió más causales de la agudización en el norte de la República: “las demandas de servicios se han incrementado y la región se encuentra ya en estrés hídrico. Las necesidades de los cultivos aumentan, porque la temperatura lo hace, y existe otro factor, las heladas, que obligaron a tener tres ciclos de riego, por lo que se consumieron las reservas de las presas”.
Municipios prevenidos
El especialista en ingeniería hidráulica dijo que deben considerarse medidas proactivas y específicas en la República.
“Lo que hacemos ahora es tomar decisiones reactivas y cada municipio debe tener un plan de contingencia para saber qué hacer con antelación; por ejemplo, si se hubiera tenido almacenado material de forraje no se hubieran afectado tantas cabezas de ganado, que ascienden a un millón 750 mil”, concluyó.
Fuente: DGCS-UNAM