Un centro de investigación de EE.UU. calcula que aunque el hambre en el mundo se ha reducido, la situación sigue siendo preocupante por culpa de los biocombustibles, el clima y la especulación.
La creciente demanda por biocombustibles, los fenómenos climáticos y la creciente actividad financiera sobre futuros del sector de los alimentos son las principales causas del alto precio de los alimentos y por tanto del hambre en el mundo.
Esa es la conclusión del informe Índice Global del Hambre (IGH) 2011 elaborado por el Instituto Internacional de Investigación en Política Alimentaria (IFRPI, en inglés).
El centro de investigación considera que junto a los tres factores principales también ha contribuido la escasez histórica de reservas de granos, la concentración en unos pocos países de los principales mercados de exportación y la falta de información adecuada sobre la producción de alimentos, nivel de reservas y predicción de precios que llevan a exageración desde el ámbito político.
Los tres únicos países en situación extremadamente alarmante son la República Democrática del Congo -que tiene el mayor IGH del mundo- Burundi y Chad. El estudio no cuenta con datos de Somalia, que sufre la peor hambruna en décadas.
En cuanto a América, la situación es alarmante en Haití y seria en Bolivia, Guatemala y República Dominicana.
“En el mundo en general, el IGH muestra que en 2011 el hambre se ha reducido respecto a 1990, pero continúa siendo un problema serio”, explicó Klaus von Grebmer, representante del IFRPI.
“La buena noticia es que el IGH de 1990 a 2011 muestra que 15 han reducido el hambre en un 50% o más, 19 países pasaron de situación extremadamente alarmante a alarmante”, agregó Von Grebmer.
Sin embargo, 26 países continúan en situación “extremadamente alarmante o alarmante”, la gran mayoría en el África subsahariana y en el sur y sureste de Asia.
Las tres causas del hambre
Máximo Torero, director de la división de mercados del IFRPI, explicó cómo la situación se debe a “la situación de altos precios y volatilidad del mercado de los alimentos” y que los más afectados son los más pobres.
“Durante décadas, los precios de los alimentos estuvieron en una caída lenta, pero en la crisis de alimentos de 2007 y 2008, y en la de 2010-2011, no solo crecieron sustancialmente, sino mostraron momentos de fuertes repuntes”, explica Torero.
Torero añade, de acuerdo con el informe, que la primera causa está en el incremento de la producción de biocombustibles. “Muchos gobiernos han establecido mandatos que fijan la cantidad de biocombustibles a ser producidos, sin importar los precios de los alimentos o el petróleo”.
“La producción de biocombustibles ha absorbido rápidamente una proporción cada vez mayor de la producción de maíz de EE.UU.”, dijo Torero.
“El segundo factor es la creciente actividad en los mercados de futuros de materias primas, sobre todo en productos básicos”.
Torero pone el ejemplo de los cereales, y afirma que el volumen contratado en las bolsas triplicó la producción mundial. Y además, sólo el 2% de esas transacciones resultó en el intercambio efectivo del grano.
“El tercer factor fueron los fenómenos meteorológicos extremos y eventos climáticos, que jugó un papel en la reducción de la producción”, explicó
Además, estos factores se vieron exacerbados por las restricciones a la exportación de los mayores productores, lo que redujo el suministro de los mercados globales”.
A todo se suma que las reservas mundiales de maíz y trigos están en niveles históricamente bajos. “Las reservas son necesarias para que la oferta y demanda de grano puedan responder inmediatamente a los cambios en precios”.
“Cuando suben los precios, es complicado para los granjeros producir más inmediatamente, o para los consumidores comprar menos inmediatamente. Para funcionar adecuadamente, el mercado de grano requiere cierto nivel de reservas”.
“También falta información anticipada de producción, nivel de reservas y previsión de precios. Lo que lleva a reacciones de pánico por parte de políticos y un ejemplo claro fue lo ocurrido durante la crisis de Rusia en 2010″.
Llamada a la acción
Para su medición, el Índice Global del Hambre estudia 122 países en desarrollo a partir de tres indicadores, la proporción de población desnutrida (sin suficientes calorías en su dieta), la prevalencia de niños de hasta cinco años por debajo de su peso ideal y la mortalidad infantil.
“Los tres indicadores se combinan en un indicador numérico. Esta fórmula tiene sus ventajas, como medir la nutrición de la población en global, pero también refleja la situación de los niños, particularmente vulnerables al efecto del hambre”, Grebmer.
“La información es una cosa, la acción es otra. Al resaltar las diferencias regionales de hambre, el IGH busca que se actúe contra el hambre”.
Según Torero, para responder al problema del hambre hay que enfrentar las causas señaladas. “Reformar las políticas sobre biocombustibles, regulación financiera y cambio climático”.
“También es necesario incrementar la producción de alimentos, aumentar el número de países productores, y establecer reservas mundiales de alimentos, así como mejorar la información de los mercados”, destacó el experto.