Entre nubes de vapor en la periferia de un volcán en Islandia, un equipo internacional de científicos comenzará a bombear agua carbonatada en un pozo profundo a fin de lograr una reacción en la que el dióxido de carbono quede atrapado para siempre.
La descomposición química del CO2 —el principal gas de efecto invernadero al que se atribuye el calentamiento global— constituye un tipo de alquimia del siglo XXI sobre la que investigadores y gobiernos fincan esperanzas para desacelerar o detener el cambio climático. Los investigadores estadounidenses e islandeses que idearon el experimento "CarbFix" aprovecharán una propiedad de la roca basáltica sobre la que se asienta el 90% de Islandia: es un material muy reactivo cuyo calcio, al combinarse con la solución de dióxido de carbono, se transformará en piedra caliza, inocua y estable.
Los investigadores advirtieron que la prueba que efectuarán en los próximos seis a 12 meses podría no satisfacer las expectativas y que el experimento CarbFix no redundará en los próximos años en una "corrección" del cambio climático.
De hecho, uno de los objetivos del proyecto, cuyos principales patrocinadores son una empresa de servicios públicos propiedad de la ciudad de Reykjavik así como universidades islandesas y estadounidenses, es la capacitación de científicos jóvenes para los próximos años de trabajo e investigación.
El supervisor científico del experimento CarbFix —el hombre al que se acredita la acuñación del término "calentamiento global" hace cuatro décadas— afirma que el desdén inicial del mundo ante las primeras advertencias sobre las emisiones de gases de efecto invernadero ha llevado a los científicos a proponer ideas drásticas
"Sea que lo hagamos en los próximos 50 años, o los 50 años subsiguientes, necesitaremos almacenar el dióxido de carbono", dijo Wallace S. Broecker, de la Universidad de Columbia, en entrevista en Nueva York.
El mundo ha emprendido el almacenamiento de dióxido de carbono, aunque sea de manera parcial. Por ejemplo, el dióxido de carbono como subproducto de la extracción de gas natural en Noruega es bombeado hacia un reservorio de arena debajo del Mar del Norte. Sin embargo, algunos sectores han expresado preocupación de que ese gas confinado pueda escaparse algún día, lo cual no ocurriría con el dióxido de carbono convertido en piedra. La reacción química experimental tendrá como escenario el subsuelo en un paisaje impresionante de esta región, 29 kilómetros (18 millas) al sur de Reykjavik, la capital de Islandia.
La empresa Reykjavik Energy administra una central eléctrica geotérmica de cinco años de antigüedad en un páramo cubierto de musgo que se asemeja a olas de mar en los alrededores de unas colinas volcánicas, donde la anterior erupción ocurrió hace 2.000 años.
La planta, que es enorme, funciona con el vapor supercaliente que extrae del subsuelo mediante 30 pozos, pero ese vapor viene cargado de dióxido de carbono y ácido sulfhídrico. Con el experimento CarbFix, primero se separarán ambos gases y el CO2 será enviado en una tubería de tres kilómetros (dos millas) hasta un pozo, donde se combinará con el agua carbonatada que se bombeará desde otra parte.
El agua carbonatada se inyectará al pozo, donde la presión del bombeo disolverá por completo las burbujas de CO2 a 500 metros de profundidad (1.600 pies) y se convertirá en ácido carbónico. "Este ácido es muy corrosivo y comenzará a atacar las rocas (basálticas)", explicó el geólogo Sigurdur Reynir Gislason, de la Universidad de Islandia, y científico jefe del experimento CarbFix. La roca basáltica —flujos de lava en la antigüedad— es porosa y puede absorber hasta 30% de agua respecto de su volumen.
El ácido carbónico penetrará por los poros y con el tiempo reaccionará con el calcio del basalto y se transformará en carbonato de calcio o piedra caliza.
Lo que hacen quienes idearon CarbFix es acelerar de una manera radical un proceso natural llamado meteorización, en el que el ácido carbónico en cantidades muy diluidas en el agua de lluvia transforma los minerales en las rocas durante el tiempo pero en plazos geológicos.
El equipo de CarbFix, que comenzó sus trabajos en 2007, tuvo que superar desafíos de ingeniería, en particular en la inventiva para el diseño y funcionamiento de la planta separadora de gases. El equipo ha emprendido el trámite en Estados Unidos e Islanda de las patentes de la planta y la técnica de inyección hacia el pozo.
El equipo pretende inyectar 2.000 toneladas de dióxido de carbono en un periodo de seis a 12 meses y después observar cómo se propaga la solución con elementos rastreadores y la vigilancia de los pozos.
El equipo tiene previsto hacer una perforación en la roca para efectuar un muestreo. "Se necesitará tiempo y años para probar la eficacia con que se propagó (la disolución)", dijo Bergur Sigfusson, de Reykjavik Energy, administrador técnico de proyectos, mientras explicaba paso a paso el proceso a dos periodistas de The Associated Press sobre el ondulante terreno verde al pie del volcán Hengill.
La mayor preocupación del equipo es que ocurra demasiado rápido la "mineralización" del carbono. "Si la reacción es muy rápida, se obstruirá el sistema", explicó Sigfusson.
La formación veloz de carbonato de calcio obstruirá los diversos cursos que seguiría la disolución mientras se extiende por el basalto. Si funciona a gran escala, dicen los científicos, la mineralización del carbono tiene un potencial ilimitado, debido a que los yacimientos basálticos enormes son comunes en Siberia, India, Brasil y otras partes.
En el subsuelo del noroeste de Estados Unidos existe un depósito, donde el Laboratorio Nacional del Pacífico en el Noroeste tiene previsto realizar un experimento similar al CarbFix. Así pues, el desafío de largo plazo será la captura del dióxido de carbono y la construcción de la infraestructura para depositarlo en los lugares correctos. A un nivel básico, el proceso de CarbFix serviría cuando menos para que las plantas geotérmicas en el mundo neutralicen sus emisiones de dióxido de carbono.
A otro nivel, "las centrales de electricidad que funcionan con hulla podrían instalarse donde se encuentren los yacimientos de basalto", dijo Gislason. Las emisiones de dióxido de carbono de esas plantas podrían quedar capturadas de manera permanente como piedra en lugar de almacenarlas como gas en cavidades subterráneas que es la idea que prevalece en la actualidad.
Fuente: PNUMA