El doctor César Cantú Ayala forma parte del cuerpo académico Manejo y Conservación de la Biodiversidad, de la Facultad de Ciencias Forestales de la UANL.
Las Unidades para la Conservación, Manejo y Aprovechamiento Sustentable de la Vida Silvestre (UMA) y las Áreas Protegidas representan los principales instrumentos políticos de la conservación de la biodiversidad en nuestro país.
Sin embargo ¿qué tanto están aportando a esta tarea? ¿cuál es el papel que juegan en esta dinámica?
El doctor César Cantú Ayala forma parte del cuerpo académico Manejo y Conservación de la Biodiversidad, de la Facultad de Ciencias Forestales de la UANL.
Desde ahí encabeza una investigación que tiene como fin estudiar a las especies presentes en UMA y Áreas Protegidas, tanto de plantas como de animales del noreste de México (Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas).
Las UMA surgen a principios de los años noventa con el fin de contribuir al aprovechamiento sustentable de los recursos naturales.
En el norte han tenido un gran auge y se utilizan para fines fundamentalmente cinegéticos (cacería).
En contraste, las áreas protegidas surgidas en el sexenio de Lázaro Cárdenas en los años treinta, su única función es la conservación.
En Nuevo León existen cerca de un millón de hectáreas de UMA, mientras que las áreas protegidas no llegan a 600 mil hectáreas.
De esta manera, podemos ver que las UMA han tenido un gran auge, a pesar de ser de más reciente creación.
Sin embargo, se ha cuestionado a estas unidades, ya que en su manejo se realizan actividades que excluyen y alteran los procesos naturales, como cercar los ranchos, lo cual evita el flujo de especies.
“Esto impide que lleguen depredadores que matan a especies como los venados y guajolotes silvestres”, explica en entrevista el doctor Cantú.
“Queremos evaluar el papel que juegan porque, a diferencia de un área protegida, no se les realiza una zonificación que permita distinguir espacios relacionados con las distintas actividades productivas”.
Un área protegida consta de una zona núcleo y una zona de amortiguamiento, que abarca siete modalidades de uso humano.
Éstas se pueden diferenciar en su espacio y se regulan mediante un programa muy estricto.
“Las UMA no lo tienen, son exclusivamente para fines de aprovechamiento. El uso, sin una regulación estricta más que de los propietarios, es la manera en que operan”.
En su investigación, el doctor Cantú explica que han identificado a las especies que están presentes dentro y fuera de estas áreas y unidades, y buscan cuál es la relación que guardan en diversidad.
En la actualidad, los científicos se encuentran en proceso de análisis de datos. El primer resultado de esta investigación es un trabajo enfocado en el Estado de Coahuila, el cual se publicará este año en la revista Ciencia Forestal en México.
En esta publicación se menciona al matorral espinoso tamaulipeco, una comunidad vegetal endémica del noreste de México y del sur de Texas, cuya presencia en áreas protegidas representa el 5 por ciento, en datos de Coahuila.
Sin embargo, al incorporar su presencia en UMA brinca hasta la zona del 20 por ciento, al igual que el mezquital y los pastizales naturales.
“Esta comunidad es importante, única en México; nos corresponde a nosotros protegerla, y las UMA la incorporan”, explica Cantú.
“Estamos valorando resultados de otras especies que hemos monitoreado, como aves, mamíferos, reptiles, dentro de las distintas UMA del noreste.