• La mayor parte de las empresas inmobiliarias edifican según sus intereses para obtener ganancias rápidas, advirtieron Virginia Barrios y José Ávila, de la Facultad de Arquitectura de la UNAM
A 26 años de los sismos de 1985 persiste la vulnerabilidad en la Ciudad de México; no se aplican muchas normas y reglamentos establecidos para la construcción de inmuebles, principalmente en la zona de origen lacustre, y la mayor parte de las empresas inmobiliarias edifican según sus intereses, para obtener ganancias rápidas.
En la actualidad, las delegaciones políticas son las encargadas de verificar que se apliquen las normas contenidas en el Reglamento de Construcciones del DF, en la edificación de nuevos inmuebles, pero no cuentan con personal capacitado, ni suficiente para esa tarea.
A partir del terremoto, se mejoraron diversos aspectos en cuanto al conocimiento de las zonas de mayor riesgo, los sitios donde no es conveniente hacer edificaciones y se crearon normas que han evolucionado y se han adecuado a las necesidades. No obstante, no se cumple con una parte importante de los nuevos requerimientos, señalaron Virginia Barrios y José Ávila, de la Facultad de Arquitectura (FA) de la UNAM.
A la fecha, expusieron, se toman medidas que antes no existían, por ejemplo, usar más materiales de alta resistencia como el acero, se han mejorado los detalles de diseño y las normas técnicas complementarias, pero no es suficiente.
Barrios Fernández, también secretaria Académica de la FA, indicó que en 1985, los inmuebles medianos resultaron más afectados que los grandes, aunque los de mayor vulnerabilidad son los de forma irregular; los lotes pequeños constituyen un factor que influye en este fenómeno.
Muchas edificaciones muestran gran fragilidad pues “tienen una entrada de seis metros, luego se abren, tienen diagonales y lo correcto es fusionar terrenos” y construir de una sola forma.
Asimismo, dijo, hay otros de tamaño mediano cuyos errores residen, por ejemplo, en que ubican el estacionamiento en el sótano, pues reducen los elementos estructurales a columnas, lo que resta resistencia, y a partir del segundo piso o más arriba, aumenta la densidad de muros. Ello genera mayor peso y momento de inercia, que se traduce en una fuerza destructiva si ocurre un sismo.
Otra de las complicaciones, apuntó Ávila Méndez, es que a pesar de los cambios para lograr la simplificación administrativa respecto a permisos de construcción y otros trámites, no hay organismos que se encarguen de supervisar, y esta tarea recae en las delegaciones.
Asimismo, la ciudad se ha extendido, principalmente, hacia las zonas de reserva ecológica y de recarga de los mantos acuíferos, lo que además de generar daños ambientales provoca hundimientos. En este sentido, concluyó, es necesario evitar el crecimiento en esas áreas.
Fuente: DGCS-UNAM