lunes, 13 de junio de 2011

Bosques, la variable de ajuste de la contaminación climática

Los bosques pueden convertirse en la variable de ajuste de la contaminación climática. Como los países elevan en lugar de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, expertos creen imposible contener el aumento de la temperatura mundial sin abatir drásticamente la deforestación.

Cada año se destruyen 13 millones de hectáreas de bosques, un problema al que las Naciones Unidas decidieron dedicarle este 5 de Junio, Día Mundial del Medio Ambiente.

En 2010, las emisiones mundiales de dióxido de carbono ‒el gas invernadero más abundante‒ fueron cinco por ciento mayores que en 2008, informó a fines de mayo la Agencia Internacional de Energía, por lo que la meta de mantener en dos grados Celsius el aumento de la temperatura mundial es cada vez más inalcanzable.

En la fotosíntesis, la vegetación absorbe ese gas carbónico presente en la atmósfera que, ya solidificado como carbono, permanece "secuestrado" o "atrapado" en los árboles mientras éstos vivan.

"Necesitamos que los bosques cierren esa brecha de carbono", dijo Stewart Maginnis, director del Programa de Conservación Forestal de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Los compromisos de reducción de emisiones asumidos en 2009 por los países firmantes del Acuerdo de Copenhague no alcanzan para impedir que las temperaturas mundiales excedan los dos grados, límite que la ciencia cree evitaría un cambio climático desastroso.

La deforestación representa 17 por ciento de esas emisiones anuales. "No hay ‘plan B’. Necesitamos desesperadamente que los bosques y la reforestación absorban (el exceso de) carbono" de la atmósfera, dijo Maginnis a Tierramérica desde Kigali.

Los bosques no sólo almacenan dióxido de carbono, también liberan oxígeno y proveen de agua a 50 por ciento de las ciudades más grandes del mundo.

Selvas y bosques albergan a más de la mitad de los animales y plantas terrestres, y el sustento de unos 1.600 millones de personas depende de ellos, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Pero la tala continúa a un ritmo alarmante: cada año, 13 millones de hectáreas (equivalentes a la superficie de Nicaragua) se destruyen para explotar madera o ganar tierra para la agricultura y la ganadería.

El PNUMA, la UICN y muchas otras organizaciones creen que la mejor, y tal vez la única, oportunidad de frenar este derrotero es la iniciativa REDD (Reducción de Emisiones de Carbono Causadas por la Deforestación y la Degradación de los Bosques).

Los países y las industrias que deben reducir sus emisiones de carbono pueden abatirlas realmente o adquirir créditos de carbono para compensarlas financiando programas REDD o REDD+.

Cuando la iniciativa más allá de maximizar el almacenamiento de carbono, garantizando la protección de la biodiversidad y el sustento de las comunidades locales, se la llama REDD+.

"Las REDD+ son la única manera de movilizar suficientes fondos para hacer frente a las causas de la deforestación", dijo Maginnis.

Pero REDD y otros mecanismos de mercado no funcionarán para proteger los bosques, sostuvo Bram Büscher, del Instituto Internacional de Estudios Sociales de la holandesa Universidad Erasmus.

"En un sistema económico capitalista hacer dinero va en contra de los beneficios ecológicos", dijo Büscher a Tierramérica. "Es simplista sostener que con la REDD ganan todos. El capitalismo se trata de que haya ganadores y perdedores", sostuvo.

"Estamos intentando manipular el sistema para hacerlo funcional a la economía verde. Es una farsa", opinó.

La Organización de las Naciones Unidas y otras instituciones impulsan cambios hacia economías verdes mediante la creciente adopción de energías limpias y renovables y la reducción drástica de la explotación de recursos naturales, de residuos y de contaminación, asegurando además la satisfacción de las necesidades de los más pobres.

El capitalismo creó la crisis múltiple que enfrentamos, y es poco realista creer que también será la solución, dijo Büscher, quien ha trabajado en África por más de una década.

Para él, "REDD es un nuevo tipo de colonialismo. Es en los países ricos donde se necesitan cambios reales y urgentes".

Las naciones industriales tienen que implementar reducciones importantes en su consumo de energía y de recursos, pero "no están dispuestas", opinó.

Muchos europeos protestaron contra el plan de construir una carretera que atraviese el Parque Nacional Serengueti en Tanzania. China la necesita para extraer metales raros que se emplean por ejemplo en la fabricación de teléfonos celulares.

"¿Quiénes están dispuestos en Europa a dejar de comprar el último teléfono inteligente?", se preguntó Büscher.

Maginnis, en cambio, insiste en que la REDD no es una excusa para que los países ricos no combatan su propia contaminación. Al contrario, argumenta, esas naciones deben materializar grandes reducciones de emisiones y desembolsar una abultada inversión inicial para conservar y plantar bosques.

"Tenemos que lograr que REDD salga bien, y eso excluye esquemas irrestrictos de mercado. Se trata de garantizar una adecuada tenencia de la tierra y derechos para las comunidades locales", aseveró.

La deforestación suele ser resultado de presiones económicas externas. Si no se las aborda están condenados los esfuerzos para conservar ecosistemas y atenuar el cambio climático, concluye el estudio "Embracing Complexity: Meeting the Challenges of International Forest Governance. A global assessment report" (Abarcar la complejidad: Cómo cumplir los desafíos de la gobernanza forestal internacional. Un informe de evaluación mundial).

La iniciativa REDD promete movilizar fondos para la conservación a fin de resistir esas presiones, pero se necesitan instituciones firmes para que los bosques estén realmente protegidos, dijo Jeremy Rayner, presidente de la Unión Internacional de Organizaciones de Investigación Forestal, que publicó el estudio en enero.

Incluso los programas REDD+ "explícitamente valoran más el almacenamiento de carbono que la mejoría de la salud del bosque y el sustento de la gente" que vive de ellos, concluyó el informe.

La REDD+ no es la solución a todos los problemas, dijo Rayner a Tierramérica. "En la mayoría de las regiones, las instituciones no son lo suficientemente fuertes para dirigir su implantación", señaló.

Las soluciones de mercado pueden jugar un papel en algunos lugares y la financiación mediante préstamos o donaciones puede funcionar mucho mejor en otros, explicó.

Además, hay problemas serios para poner un valor a los bosques, y ni siquiera hay consenso sobre qué es un bosque. "Hay quienes sostienen que una plantación de palma aceitera es un bosque porque secuestra carbono", expuso.

"Para saber qué funciona en cada lugar debemos probar diferentes mecanismos de un modo abierto y transparente", recomendó

Fuente: PNUMA