miércoles, 15 de junio de 2011

La acidificación en los océanos modificará los ecosistemas submarinos

• Sólo sobrevivirán los organismos que se adapten, advirtió Rosa María Prol Ledesma, del IGf

La presencia de bióxido de carbono (CO2) en los océanos va en aumento; el pH diminuye y la acidificación modificará los ecosistemas submarinos, y sólo sobrevivirán los organismos que se adapten, como los que no tienen concha. Otros, como almejas, caracoles, erizos o corales podrían no acostumbrarse, advirtió Rosa María Prol Ledesma, investigadora del Instituto de Geofísica (IGf).

Al participar en la mesa Geofísica y Biología de las Ventilas Hidrotermales, organizada en el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), refirió que éstas son salidas en el fondo oceánico de sistemas convectivos, donde se registra agua de mar que se calienta, interacciona con las rocas y sale a diferentes temperaturas, desde 20 ó 50 grados, hasta más de 400.

Existen someras o costeras, de temperaturas menores; otras son profundas. También hay cold seeps o emanaciones frías donde, junto con el agua, emana una gran cantidad de gas natural, metano y otros compuestos.

Casi 90 por ciento del gas es bióxido de carbono, explicó la experta. También metano, ácido sulfhídrico, hidrógeno y helio. A eso se suma que una gran cantidad del CO2 atmosférico, casi 30 por ciento, se disuelve en el océano.

En algunos sitios estudiados, dijo Prol Ledesma, integrante del Departamento de Recursos Naturales del IGf, hay agua de mar muy caliente, pero no es pura, tiene una gran cantidad de metales: hierro, plomo, zinc, en algunos casos oro, sulfuros, y componentes de origen magmático. Otras ventilas arrojan agua “limpia”, es decir, sin sal, porque entra en ebullición (se produce vapor que no lleva nada disuelto).

También, refirió que las ventilas sostienen comunidades muy diversas porque en ellas hay presencia de nutrientes.

Por su parte, Guadalupe Cordero, del Departamento de Ciencias Espaciales del Instituto de Geofísica, habló del caso del satélite de Júpiter llamado Europa, donde comenzaron las observaciones desde Tierra en los años 60; entonces, se percataron que su superficie era de hielo de agua. Para 1977, ya se tenían algunos modelos de su interior y se mencionaba que podría haber agua líquida debajo de esa capa helada.

La vida, como la conocemos, necesita de tres elementos: agua líquida, compuestos orgánicos y una fuente de energía, todos ellos presentes en Europa, sostuvo Cordero.

Con datos obtenidos por la misión Galileo, se empezaron a hacer modelos más finos del interior de ese satélite: para determinar qué es lo que había debajo de la corteza de hielo, los geólogos comenzaron a fijarse en las estructuras externas, como los cráteres de impacto, más someros que otros.

“Esto indica que la onda de choque que forma este tipo de estructuras se encontró con una capa muy poco viscosa, lo que refiere que puede haber agua líquida allá abajo, pero también una especie de hielo tibio (lodoso)”.

Luego, se encontraron estructuras llamadas lentículas que son hoyos o domos, en forma más o menos elíptica que tienen un diámetro o longitud de entre siete y 15 kilómetros. También, se halló criovulcanismo, donde la lava no es de silicato, sino de hielo; eso revela que este material fue fluido en algún momento, que salió del interior, e indica que en el interior hay cierta cantidad de calor y, abajo, magma de agua.

En el sistema solar se reconocen cinco fuentes de energía, pero en los satélites de los planetas exteriores sólo actúan dos: decaimiento por elementos radioactivos y las fuerzas de mareas –en este caso, la que ejerce Júpiter sobre sus satélites, entre ellos Io y Europa – que producen fracturas a partir de las que se forman las crestas que caracterizan a esta última “luna”.

La observación importante que aclaró lo que había dentro deEuropa fue el estudio del campo magnético. La nave Galileo notó al pasar cerca que ese campo no es intrínseco del satélite, sino que variaba con el de Júpiter, es decir, era magnético inducido, para lo que se requiere un conductor: agua salada, presente debajo de la corteza.

Después de observar que no sólo Europa tenía un océano de agua, sino Ganímedes y Calisto, se trató de ver cómo es y caracterizarla. Así nació la oceanografía planetaria, relató Guadalupe Cordero.

Ahora, se prueba un instrumento que pueda ser llevado para atravesar la corteza de hielo y ver que hay debajo; se espera encontrar ventilas hidrotermales, dijo.

Hasta ahora, hay más preguntas que respuestas sobre Europa, como determinar los parámetros físicos de las plumas hidrotermales y si éstas son consistentes con la formación de las regiones caóticas que se registran (hielo que parece que se rompió y se movió).

Además, si existe una circulación horizontal en gran escala, el efecto de la topografía del fondo oceánico y cómo es la interacción de las rocas con el fluido, entre otras.

Las ventilas hidrotermales son importantes porque pueden producir agua al estado líquido, funden hielo y producen su ascenso desde acuíferos profundos; pueden crear un ambiente donde exista mezcla de fluidos, desequilibrio químico y nutrientes favorables a la síntesis de compuestos orgánicos, además de la cristalización a bajas temperaturas de carbonatos y silicatos que pueden fosilizar y preservar organismos microbianos. En Europa, “los sistemas hidrotermales podrían ser más de los que existen en la Tierra”.

Por último, Cordero mencionó que la NASA tiene un proyecto que consta de una misión con dos orbitadores, uno alrededor de esa luna de Júpiter, y otro en torno a Ganímedes, para caracterizar el océano debajo de las cortezas de hielo.

Fuente: DGCS-UNAM