Especialistas del Laboratorio de Psicología y Neurociencias de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la UNAM, en colaboración con ingenieros en robótica de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), diseñaron un laberinto virtual, único en su género, que permite inferir qué zonas cerebrales funcionan inadecuadamente como consecuencia de algún problema durante la gestación o el desarrollo.
Para saber, por ejemplo, si funciona correctamente el lóbulo frontal (que se relaciona con la planeación, la anticipación, la formulación de estrategias y la regulación consciente de la actividad), el laberinto contabiliza el tiempo que permanece la persona dentro de sus vericuetos, registra y cuantifica, en forma automatizada y en fracciones de milisegundos, el tipo de errores que comete.
En algunos casos, se corrobora la alteración mediante electroencefalogramas y el mapeo cerebral, que también se aplica en este laboratorio.
Los especialistas también utilizan otros instrumentos, como la Torre de Hanoi, y una gran batería de pruebas para evaluar funciones ejecutivas asociadas al lóbulo frontal, elaboradas por psicólogos de la UNAM.
Son materiales sencillos que proporcionan información del modo en que la gente realiza sus actividades, y que ayudan a detectar las áreas involucradas en algún trastorno.
“Con esta información se determina qué funciones están afectadas; después, se fijan entrenamientos específicos para reorganizar las funciones y para que use de otra manera ese órgano en actividades específicas”, añadió Escotto.
No hay zona que trabaje exclusivamente en una sola actividad cotidiana como hablar, escribir o dibujar, entre otras; en realidad, varias de ellas se involucran de manera simultánea en cada tarea, por lo que, si se daña una, el proceso queda alterado.
“Estas pruebas permiten descubrir qué zonas están intactas y así prescribir actividades rehabilitatorias efectivas”, señaló.
En la actualidad, los especialistas del Laboratorio de Psicología y Neurociencias trabajan en un proyecto basado en el lenguaje interno (el habla con uno mismo) de niños y adultos, cuyo desarrollo facilita la regulación consciente de toda actividad.
En los adultos, este lenguaje es silencioso, mientras que en los niños pequeños, es oral. “Hemos analizado cómo funciona en infantes hiperactivos y concluimos que tienen dificultades para lograr con él una regulación consciente”. Entonces, podría funcionar como una estrategia diferente en el tratamiento farmacológico de la hiperactividad, propuso Escotto.
“Básicamente, las estrategias neuropsicológicas que indagamos van orientadas a la autorregulación consciente y voluntaria, en la que el lenguaje juega un papel clave”, concluyó.