El Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) se manifiesta con señales de trastorno músculo-esqueléticos, y se caracteriza por cansancio extremo que no se alivia con el descanso.
Es un problema frecuente para muchas personas, pero mientras no se transforme en un cuadro definido de fibromialgia o en un malestar con alteraciones inmunológicas delimitadas, no se puede afirmar que se trate de una enfermedad y, por lo tanto, que requiera tratamiento médico y psicológico, indicó Benjamín Domínguez Trejo, investigador de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Según reportes, siete por ciento de la población mundial, incluidos niños, presenta esa alteración, en la que se ocurren problemas musculares, perturbaciones del sueño y dolor en las articulaciones; sin embargo, la información divulgada en Internet es poco confiable, pues según fuentes científicas, 90 por ciento de los datos carecen de respaldo sólido.
El SFC, dijo Domínguez Trejo, ha desatado polémica (como el Síndrome de Ansiedad Social y la bipolaridad) sobre si en realidad existe, si se trata de un cuadro de fibromialgia, de un problema del sistema nervioso por estrés, si tiene que ver con alguna alteración de orden biológico, o es un conjunto de lo anterior.
“Es un tema que requiere investigación de tipo translacional (estrecha colaboración entre el laboratorio con modelos animales, y la clínica con humanos), porque definirlo es una contrariedad que los especialistas debemos resolver para orientar a las personas de manera adecuada”, aclaró.
El universitario recordó que J. Charcot, el padre de la neurología moderna y maestro de Sigmund Freud, fue el primero en describir el cuadro de la esclerosis múltiple en 1800, y sugirió que era el estrés social prolongado el que participaba en su iniciación.
Sin embargo, hasta las últimas tres décadas se ha producido evidencia suficiente para demostrar esta hipótesis. Un componente adicional, detalló, son las alteraciones inmunológicas. Quienes sufren de fatiga crónica o prolongada con una duración superior a los seis meses, pueden presentar además un cuadro de inmunosupresión; “eso es lo más distintivo que hemos observado en la indagación clínica de lo que se ha descrito como SFC”.
Por otra parte, apuntó, el estado emocional de los individuos puede contribuir a que su sistema inmunológico funcione de manera óptima o falle. Por ello, se revisa de manera interdisciplinaria cómo contribuye el estado emocional en pacientes con dolor crónico avanzado, diabetes mellitus, artritis reumatoide o inflamación severa en las articulaciones, y se han encontrado datos clínicos que sugieren que quienes sufrieron traumas como abuso sexual o maltrato infantil, y que nunca lo externaron, tienden a presentar citocinas proinflamatorias más activas que una persona cuyo historial emocional no incluye traumas de ese tipo.
Las citocinas (también denominadas citoquinas), explicó, son las proteínas responsables de la comunicación intercelular; inducen la activación de receptores específicos de membrana, funciones de proliferación y diferenciación celular, quimiotaxis, crecimiento y modulación de la secreción de inmunoglobulinas. Su acción fundamental es la regulación del mecanismo de la inflamación. Hay citocinas pro-inflamatorias, y otras anti-inflamatorias, que intervienen en los niveles de dolor.
En caso de trauma emocional, se brindan tratamientos psicológicos para que los problemas del paciente sean reconstruidos en sus significados personales (terapia cognitivo-conductual) y, de alguna manera, se diluyan y los procesos inflamatorios aminoren; con ello, el sistema inmunológico comienza a responder de mejor manera y la fatiga crónica se reduce en el 70 por ciento de los pacientes, concluyó.
Fuente: DGCS-UNAM