miércoles, 13 de abril de 2011

Estudia la UNAM cáncer y diabetes en su banco de moscas

Es el más grande del país, reúne mil cepas mutantes de la especie Drosophila melanogaster, o mosca de la fruta, modelo utilizado desde hace un siglo para observar la comunicación celular

• Con ellas, en el Instituto de Neurobiología investigan transducción de señales y cicatrización, dijo Juan Rafael Riesgo Escovar

• En esa entidad, generan mutaciones en los insectos y los intercambian con otros grupos de investigación en México, Estados Unidos, Japón e India

Para estudiar los mecanismos de comunicación celular, el proceso de cicatrización y el origen y desarrollo de enfermedades como el cáncer y la diabetes, la UNAM cuenta con el banco de moscas más grande del país.

Esta singular colección biológica se conforma de mil cepas mutantes de la especie Drosophila melanogaster, también llamada mosca de la fruta, muy conocida entre los biólogos porque desde hace un siglo se utiliza como modelo de experimentación genética, debido a su pequeño genoma (descifrado en el año 2000), formado por cuatro pares de cromosomas y alrededor de 13 mil 600 genes.

Juan Rafael Riesgo Escovar, del Instituto de Neurobiología (INb) de la UNAM, junto con sus colaboradores, genera mutaciones en los insectos y los intercambian con otros grupos de investigación en México, Estados Unidos, Japón e India.

Miden de uno a 1.5 milímetros, son embriones durante 10 días y se desarrollan como adultos para completar un ciclo de vida de un mes y medio; además, comparten con muchos animales mecanismos básicos como la transducción de señales, formas de comunicación celular que traducen señales del medio externo y hacen posible que no vivamos aislados y desarrollemos procesos como el gusto, el olfato y la vista, explicó, en entrevista, Riesgo Escovar.

Herramientas biológicas

Desde que el genetista estadounidense Thomas H. Morgan (Premio Nobel de Medicina, en 1933) comenzó a trabajar con las moscas de la fruta en 1906, estos insectos se han convertido en una herramienta biológica para saber cómo percibimos el medio exterior y cómo se comunican las células dentro del organismo, comentó Riesgo, biólogo por la UNAM, y doctor en esa disciplina por la Universidad de Yale.

En su laboratorio del INb, ubicado en el campus Juriquilla de esta casa de estudios, el universitario ha reunido por 12 años grupos previamente identificados de mil cepas de moscas en diferentes etapas de desarrollo que viven dentro de tubos de ensayo, alimentadas con levadura de pan, grenetina y piloncillo.

Una habitación de su laboratorio con anaqueles organizados y una temperatura controlada de 18 grados Celsius las alberga; representan singulares herramientas biológicas en las que se incluyen genes humanos, para que luego repliquen funciones determinadas de interés científico.

Ensayo con moscas

Los insectos “son inofensivos, no dañan los cultivos, ni a las personas, así que los podemos enviar y recibir por correo”, explicó respecto a su intercambio con otros expertos mundiales en Drosophila melanogaster.

“Generamos mutaciones para saber cómo funcionan estas señales de transducción, muy parecidas entre diferentes especies animales, pues funcionan bien y están muy conservadas evolutivamente”, abundó.

Para el universitario, el desarrollo de estos mutantes es una forma de conocer mecanismos generalizados de varias especies. “Es como tener un carro y no saber cómo funciona, así que le quito una pieza para ver qué es lo que no puede hacer, le quito una llanta y no puede andar. El tipo de ensayos que hacemos se llama de falta de función; también podemos hacer lo contrario, experimentos de ganancia de función, donde se agregan cosas para ver qué pasa”, señaló.

Entre las modificaciones, se generan cepas de insectos diabéticos, anósmicos (sin olfato), con vista parcial y con defectos de desarrollo embrionario, como todos problemas que desarrollan los seres humanos.

Algo útil de la mosca de la fruta es que sus secuencias de ADN no tienen mucha redundancia, es decir, no hay dos o tres que hagan lo mismo y eso facilita su estudio. “Además, se puede hacer genética, descubrir genes, saber cuáles se necesitan para un proceso, y así podemos aislar y caracterizar”, acotó el experto, que en su posdoctorado aisló en Drosophila, uno de los primeros mutantes en la vía de la insulina, denominado Chico, análogo a un gen de vertebrados.

Finalmente, indicó que constituyen un modelo genético valioso, flexible, versátil, económico y fácil de mantener, pues les permite tener muchos organismos en un sitio pequeño

Fuente: DGCS-UNAM