• Es la principal demencia de la tercera edad, y sus cifras van en aumento porque la pirámide poblacional se invierte, afirmó la académica de la FP de la UNAM, Erika Gutiérrez Martínez
• Si a lo largo de sus vidas los pacientes mantuvieron activo el cerebro, el padecimiento podría retrasar su aparición
Aunque todos tenemos nuestros “dos minutos” de pereza mental en cualquier momento del día, ésta podría ser un factor de riesgo para desarrollar Alzheimer, junto con otros elementos como la predisposición genética y la mala alimentación, afirmó la académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Erika Gutiérrez Martínez.
Esa “flojera” se expresa si se traslada a otra persona la responsabilidad de ordenar, proyectar o planear lo que uno mismo debe hacer. “Simplemente procuramos no pensar, pedimos a alguien más tomar decisiones, a veces simples como qué película ver, dónde ir o qué hacer de comer”, indicó.
La pereza mental puede llegar a ser grave. Por ejemplo, entre pacientes con esclerosis múltiple primaria progresiva se pierde sensibilidad y movilidad. Entonces, la familia de los enfermos procura que éstos no hagan esfuerzos motores ni cognitivos; en ese caso, no es necesariamente el padecimiento el que provoca un estado bajo, sino la inactividad, pues “al tener todo resuelto, ya no requieren pensar”.
El Alzheimer es la principal demencia de la tercera edad, y sus cifras van en aumento porque la pirámide poblacional se invierte (envejece). Normalmente, aparece alrededor de los 60 años, pero existen personas que tienen propensión genética, pues sus padres o familiares cercanos la padecieron; entonces, podría presentarse de manera prematura.
Esta enfermedad, cuya incidencia es del 15 por ciento entre la población mayor a 55 años, tiene tres tipos: el incipiente o básico, casi no se nota su ocurrencia. Se trata de olvidos pequeños a los que no se presta atención, como el nombre del vecino o dónde están las llaves.
En la siguiente fase, la memoria comienza a perderse. Hay dificultades con el lenguaje y problemas de movilidad, y por lo general, se requiere de alguien para apoyo o guía. Por último, en su estado más grave, el individuo ya no se reconoce a sí mismo, ni a la familia o domicilio; el olvido de eventos recientes y pasados es total.
Si a lo largo de la vida los pacientes mantuvieron activo el cerebro, el padecimiento podría retrasar su aparición, señaló Gutiérrez Martínez. “Cuanto más se ejercite es mejor; es como los músculos, se emplean o se inutilizan. Al órgano no le es práctico alimentar neuronas que no se usan y se comienzan a perder las ramificaciones entre ellas”.
Si se generan más conexiones, se produce un mayor soporte, y si por alguna causa se daña un área, habrá un respaldo, una zona que se mantendrá activa.
Ejercitar, explicó Gutiérrez, significa realizar acciones sencillas, como cepillarse o peinarse con la mano izquierda, o viceversa en las personas zurdas; eso genera plasticidad cerebral, y es como reforzar el “tejido” neuronal.
Otros, como el sudoku o el crucigrama del periódico, jugar ajedrez o caminar para atrás, también traen beneficios a largo plazo. Ello, aunado a una buena alimentación y la actividad física, ayudan a mantener mejor calidad de vida en general.
Por último, Gutiérrez Martínez expresó que si los momentos de pereza se prolongan, podría tratarse de un problema mayor, como depresión, por lo que es recomendable acudir con un especialista.
Fuente: DGCS-UNAM