lunes, 2 de mayo de 2011

Afecta el ruido, rendimiento escolar de alumnos

• Deriva en problemas de aprendizaje, advirtió un grupo de académicos de la Facultad de Psicología de la UNAM, encabezado por Cesáreo Estrada Rodríguez
• Colegas del CCADET han determinado que, al oír música con audífonos, los jóvenes se exponen a 90 decibeles, que representan una carga elevada para sus tímpanos; pronto habrá una generación precoz de débiles auditivos, alertó

El ruido en un salón de clases impacta de manera negativa a los procesos psicológicos y de aprendizaje de los alumnos, desde el nivel preescolar. Ese sonido deriva en problemas emocionales, cognoscitivos y de rendimiento escolar, advirtió un grupo de académicos de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, encabezado por Cesáreo Estrada Rodríguez.

Si alcanza más de 60 decibeles, las personas sienten molestia. Con relación a los estudiantes, los especialistas se percataron que su atención comienza a perturbarse.

“Por más concentrados que estén, si los niveles son elevados y constantes, esa capacidad disminuye. En el caso de los salones de clase o de las escuelas, hay otra variable de tipo cognoscitivo denominada inteligibilidad de la palabra, que se refiere a la posibilidad de entender y escuchar claramente la palabra del maestro o de los propios compañeros”, dijo Estrada Rodríguez.

La voz humana, en una conversación normal, se transmite a una intensidad que oscila entre los 50 y los 60 decibeles. Entonces, si un maestro habla y un ruido invade el salón de clases, los alumnos no escucharán a su profesor, indicó el especialista.

Si no se tiene una buena capacidad de atención y una óptimainteligibilidad de la palabra o del discurso, el aprendizaje tiende a disminuir. De modo que si afecta los procesos cognoscitivos, indirectamente también al aprendizaje. Es un hecho comprobado que la gente que escucha bien y posee una alta capacidad de atención, reporta un mejor rendimiento, abundó.

“Lo más preocupante es éste último, es decir, el aspecto que tiene que ver con el aprendizaje. Indicadores señalan que, a menor edad, mayor incidencia de problemas relacionados”, señaló.

Productividad a la baja

De acuerdo con diversos análisis, también tiene efectos negativos en el ámbito laboral; merma el rendimiento de los empleados. “En cualquier área de trabajo, sea manual o intelectual, un nivel alto afecta memoria y atención, lo que hace que disminuya la capacidad de producción”, afirmó Estrada Rodríguez.

Además, trae consigo consecuencias fisiológicas. Está ampliamente documentado que si una persona se expone a altos niveles mientras duerme, la calidad de sueño será pésima.

“Aunque no nos demos cuenta, el organismo está en funcionamiento aún si dormimos. El oído es el único que permanece alerta todo el tiempo, y aunque pretendamos ignorarlo, el ruido penetra y nos afecta”, explicó.

También, esa exposición ocasiona efectos crónicos en la audición. “Se pierde paulatinamente el sentido del oído, según el tiempo y el volumen de los sonidos. En un proceso natural de degeneración, se deteriora con la edad, y si a ello se suma el ruido, las dificultades aparecerán más rápido”, indicó.

En relación con el área de la salud, afecta especialmente la activación fisiológica, lo que puede convertirse en un indicador de estrés.

Los riesgos del iPod

Desde la perspectiva del especialista es preocupante que los jóvenes oigan música a altos decibeles. Si usan audífonos, uno puede escucharla a un metro de distancia; significa que la intensidad es altísima.

Estos riesgos han sido estudiados por el grupo de Acústica y Vibraciones del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET) de la UNAM.

“Los colegas del CCADET han determinado que, al oír música con audífonos, se exponen a 90 decibeles, cifra que representa una carga elevada para sus tímpanos. Me temo que pronto habrá una generación precoz de débiles auditivos, sin contar con los efectos que padecerá en el ámbito psicológico”, alertó Estrada Rodríguez.

Un camino para combatirlo es la legislación, pero a diferencia de lo que ocurre en los países desarrollados, la reglamentación en México es muy laxa e incluye sólo dos vertientes: la meramente laboral y la que contempla algunas medidas para mitigar las fuentes de ruido en espacios abiertos.

Por ello, el universitario recomendó que cada persona mitigue, por sí misma, los niveles y así se proteja en el ámbito donde se encuentre; además, sugirió atenderlo como un problema de salud pública. “Debe evitarse que penetre en los lugares de estudio, sobre todo de los niños”, concluyó.

Fuente: DGCS-UNAM