• Hasta los nueve años, niñas y niños se ven afectados por igual, pero con el inicio de la pubertad empiezan a “actuar” las hormonas y la relación cambia a dos mujeres por varón, dijo María Teresa Gutiérrez Alanís, académica de la Facultad de Psicología
• No obstante, existen estudios que pueden reportar sintomatología hasta en el 20 por ciento de ciertas poblaciones, como infantes enfermos o maltratados, señaló
Para prevenir aislamiento y depresión infantiles es necesario recuperar los espacios de afecto, convivencia y comunicación familiar; además, tener un grupo social de soporte y actividades deportivas, recreativas o culturales para abrir la posibilidad de crecimiento en todas las áreas, incluidas las de expresión de las emociones, propuso Ma. Teresa Gutiérrez Alanís, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Según la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica, el estudio realizado a escolares arrojó que la incidencia de menores con rasgos depresivos oscila entre ocho y nueve por ciento. En tanto, 30 por ciento de los mexicanos de 18 a 65 años padece algún trastorno psiquiátrico; los más frecuentes, ansiedad, adicciones y depresión.
Uno de los precursores más importantes de la depresión es el estrés, problema de nuestro tiempo. Las exigencias cada vez mayores y las escasas oportunidades se suman a los pocos soportes sociales que se han debilitado, como la familia, el grupo social inmediato, y hasta las creencias religiosas.
De pronto, estamos expuestos a variadas fuentes de tensión, que se pueden complicar y derivar en las condiciones referidas, y lo mismo ocurre entre los menores, señaló la experta.
La depresión va en aumento. Las proyecciones de la Organización Mundial de la Salud indican que para 2025 será el primero o segundo lugar en la lista de problemas de salud pública. “Es impresionante, porque además los pacientes tardan en diagnosticarse y atenderse”.
Los adultos de 2025 son los niños de hoy. Empero, en las políticas del área no se promueve la salud mental, sólo se trata de acciones que no tienen gran peso; además, no es un tema socializado en las escuelas.
La depresión, un asunto multicausal
La depresión es un asunto multicausal, donde intervienen factores genéticos, biológicos, bioquímicos cerebrales, de estilos de crianza y de desarrollo de habilidades para afrontar dificultades en la vida. A ello, se pueden sumar situaciones como la pérdida de un ser querido, que hacen más vulnerables a ciertas personas.
Es aceptado que la incidencia de menores con rasgos depresivos oscila entre ocho y nueve por ciento (según la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica), aunque las cifras al respecto son variables, pues existen estudios que pueden reportar sintomatología hasta en el 20 por ciento de ciertas poblaciones (enfermos o maltratados, entre otros), y a ello se aúna la dificultad para medir y detectar el fenómeno en niños.
Entre la población infantil existen pocas investigaciones, reconoció, pero se sabe que si un pequeño presenta el problema, tendrá mayor propensión a sufrir más episodios depresivos a lo largo de su vida que quien no los vive a temprana edad, dijo Gutiérrez Alanís. Las niñas y niños de hasta nueve años se ven afectados por igual, pero luego de esa etapa, con el inicio de la pubertad, empiezan a “actuar” las hormonas y la proporción cambia a dos mujeres por cada hombre.
A ello se suma el uso excesivo de videojuegos e internet, que contribuye a su aislamiento; dejan de hacer otras actividades, de convivir y relacionarse, además de que mantenerlos en un mundo de fantasía, con otras reglas y límites que los pueden confundir.
El problema central es la pérdida de contacto con otros humanos, de la oportunidad de conversar con familiares y amigos, de divertirse y aprender a lidiar con la vida real, a jugar y negociar las reglas, a perder y ganar. “En muchos de estos casos puede tratarse de aquellos que no saben tolerar la frustración, lo que los sitúa en desventaja”.
Síntomas de la depresión infantil
El cuadro de depresión es el mismo en niños y adultos: tienen síntomas emocionales y físicos, conductuales y cognitivos. En el caso de los menores, a veces se llama depresión enmascarada o encubierta; la sintomatología ocurre a través de los denominados equivalentes depresivos, y cambia en función del grado de desarrollo del chico.
Un infante no puede expresar con un grado de maduración que está preocupado, triste o presionado, pero su equivalente sería una queja por dolencia física o somática, dolor de cabeza, estómago, enuresis o algún trastorno de conducta, como volverse más inquieto o irritable.
Los más pequeños externarían su malestar con dolencias, miedo, crisis de llanto, pesadillas o no querer separarse de su madre; de los nueve ó 10 años en adelante, se asemejan más a los adolescentes, y los indicios se asocian más con una conducta antisocial, como rebeldía.
No obstante, reconoció, el mayor problema es detectar el padecimiento, porque se enmascara o se pasa por alto; además, no se pone cuidado en atender a un niño que da problemas o se aísla, aunque haya tenido intentos de suicidio.
El tratamiento, aclaró Teresa Gutiérrez, consiste en psicoterapia de varios tipos, como la de corte cognitivo-conductual; en caso de que sea una depresión mayor, con toda la sintomatología, se requiere el uso de antidepresivos.
Por último, recomendó a los padres estar pendientes de sus hijos y detectar si el llanto aumenta, si se enoja, hace berrinches, tiene pesadillas o si ocurre cualquier cambio, para brindarle atención oportuna.