viernes, 6 de mayo de 2011

El amor, una cascada de sustancias químicas

• Es un fenómeno humano con bases biológicas, incrustado en el material genético, sin relación con el corazón, explicó Gilda Flores Rosales, del Departamento de Ciencias Biológicas de la FES Cuautitlán
• Nuestros sentidos son la puerta de acceso a este sentimiento; una vez dentro, comienza una guerra química, hormonal y eléctrica, toda una alquimia corporal, puntualizó

El enamoramiento es un fenómeno humano con bases biológicas. Está incrustado en nuestro material genético y no tiene relación con el corazón, “ése es el mito romántico de los trovadores del siglo XII”, explicó Gilda Flores Rosales, profesora en la sección de Bioquímica y Farmacobiología Humana, del Departamento de Ciencias Biológicas de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán de la UNAM.

La química del amor es una expresión acertada, porque en esa cascada de reacciones emocionales hay descargas neuronales y hormonales, además de otras sustancias, que provocan que una pasión amorosa descontrole nuestras vidas y expliquen los signos del enamoramiento, detalló.

Flores Rosales recordó que en el siglo XIX se convirtió en objeto de estudio de psicólogos y psiquiatras, quienes prescribían medicamentos para su curación. “Existen escritos respecto a mujeres que fueron internadas en instituciones mentales, precisamente porque se encontraban en un estado histérico amoroso”, refirió.

La universitaria señaló que en la última década los científicos han realizado investigaciones para definir qué es realmente el amor. Han determinado que los humanos están programados por los genes para amar, a través de la química cerebral.

Además, prosiguió, los especialistas han determinado que la cultura, región y grupo étnico marcan diferencias en la forma de manifestarlo.

El amor radica en el cerebro

Los artistas lo han elogiado desde todos los ángulos y con infinitos matices, pero los químicos también tienen opiniones al respecto. Descubrieron que es una emoción compleja, en la que participan diversas moléculas. “Nuestros sentidos son la puerta de acceso a este sentimiento, y una vez adentro, comienza una guerra química, hormonal y eléctrica, toda una alquimia corporal”, puntualizó la también doctora en Ciencias, con especialidad en Bioquímica.

En lugar de lanzar flechas, el cupido moderno envía feromonas, sustancias que secretamos en axilas y entrepiernas, responsables de ese olor característico que, de manera romántica, se denomina aroma.

“Este proceso originalmente fue conocido como el sexto sentido en las mujeres; sin embargo, ahora se sabe que se basa en lo que los científicos llaman ‘la fórmula de Cupido’, señaló.

Esas sustancias son detectadas por una zona en la nariz denominada órgano vomeronasal. En esta etapa, de inmediato se dispara una señal eléctrica al cerebro, que llega directamente al tálamo, núcleo que participa en dos grandes grupos de sensaciones: discriminativas y afectivas.

A partir de ahí, empieza el metabolismo bioquímico y el cerebro libera neurotransmisores, como feniletilamina, “directora de orquesta de sustancias liberadas en cascada, que comparten el impulso genético de la reproducción. Una vez que inunda el cerebro, aparecen la dopamina, norepinefrina, serotonina y continúa hasta la oxitocina”, acotó.

Flores Rosales explicó que la dopamina se encarga de generar un estado de felicidad; la norepinefrina es responsable de la sensación de mariposas en el estómago y la dilatación de pupilas; la serotonina produce exaltación y euforia, en tanto que la oxitocina se relaciona con los patrones sexuales, la conducta maternal y paternal.

“Si realizáramos una resonancia magnética del cerebro de una persona durante la primera oleada de amor, podríamos observar varias zonas bloqueadas como la del habla, la de la visión periférica y la del oído. No escuchamos bien, no vemos bien, no hablamos bien y no caminamos bien”, detalló.

Otras sustancias que se producen si nos enamoramos son las endorfinas y las encefalinas, neurotransmisores opioides producidos en el sistema nervioso central como moduladores del dolor, temperatura corporal, hambre y funciones reproductivas.

Producen los mismos efectos que los analgésicos derivados del opio. Brindan tranquilidad biológica interna, pero nos hacen sentir unas ganas enormes de reírnos; no podemos ocultar el amor.

Todos esos compuestos ayudan a forjar lazos permanentes entre la pareja, después de la primera oleada emocional. Sin embargo, hay personas con menos receptores cerebrales de los que se requieren para recibir la oxitocina; a ellas se les dificulta establecer relaciones permanentes.

Gilda Flores, que cuenta con 20 años en investigaciones sobre metabolismo, bioseñalización y tráfico celular, precisó que ningún perfume en el mundo contiene feromonas. “Aún cuando se han podido aislar y purificar, se encuentran en cantidad tan pequeña que resultaría extremadamente costoso obtenerlas; además se descomponen con facilidad”.

Caducidad del amor

La pasión en la pareja no es eterna: dura entre cuatro y siete años. La atracción bioquímica se agota, el organismo resiste las sustancias que produce el cerebro durante el enamoramiento, para entrar a una segunda fase en la relación: la del apego.
“Es aquí donde podríamos pasar de un amor netamente biológico a otro que es mucho más fuerte, el intelectual, en el que queremos para siempre. “Todos deseamos que nos amen eternamente, y aunque el factor biológico es más fuerte, podríamos permanecer junto a una persona con la que no hay enamoramiento bioquímico, si se tiene la capacidad intelectual y la voluntad para ello”, explicó.

Las sustancias biológicas que se producen en este estado no son eternas, se generan por pulsos; así que al final se debe decidir: nos separamos o damos paso al enamoramiento intelectual.

Cupido cibernético

Las nuevas tecnologías transformaron radicalmente formas de expresión y comunicación. Hoy, la mayor parte de nuestras actividades se realizan a través de medios digitales. Pero también las relaciones amorosas se enlazan por Internet.

Al respecto, Flores Rosales comentó que el cupido del siglo XXI es cibernético. Sin embargo, se requiere una distancia máxima de 50 metros para enamorarse. Existen mujeres y hombres que necesitan una pareja y buscan en la red, pueden encontrarla, pero ese vínculo no pasa por la etapa biológica. “El amor bioquímico y cotidiano, es distinto al del ciberespacio”, concluyó.

Fuente: DGCS-UNAM